Fundador de ETA en 1958, diez años de que la organización cometa su primer asesinato, ejerce como ideólogo y poder en la sombra desde su refugio en el País Vasco francés.
Amante de la buena vida, sus contactos con los vascos del exilio le permiten contar con las armas y los fondos necesarios para que la actividad de ETA crezca desde la elección de Txabi como líder tras la V Asamblea.
Convencido de la necesidad de pasar a la lucha armada contra el régimen franquista utiliza la muerte de Txabi para construir el mito del mártir de la lucha por la independencia del pueblo vasco.